Morning Chronicle - Ochenta años después, una judía danesa recuerda cómo huyó de la Gestapo cuando era una niña

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Ochenta años después, una judía danesa recuerda cómo huyó de la Gestapo cuando era una niña
Ochenta años después, una judía danesa recuerda cómo huyó de la Gestapo cuando era una niña / Foto: Camille Bas-Wohlert - AFP

Ochenta años después, una judía danesa recuerda cómo huyó de la Gestapo cuando era una niña

En octubre de 1943, Tove Udsholt, que acababa de cumplir tres años, huyó de Copenhague con su madre para escapar de la Gestapo, antes de encontrar refugio en un pequeño pueblo de pescadores.

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El 95% de los 7.000 judíos daneses escaparon de la deportación huyendo en barco a la vecina Suecia. Pero al igual que Tove, 150 niños permanecieron clandestinamente en Dinamarca.

Muchos niños se reunieron con sus seres queridos tras la liberación del país al final de la Segunda Guerra Mundial.

Tove, sin embargo, optó por quedarse en Gilleleje, el pequeño pueblo al norte de Copenhague que la adoptó.

Ocupada por la Alemania nazi en abril de 1940, Dinamarca optó por colaborar con los nazis y mantuvo sus propias instituciones hasta finales del verano de 1943.

Los judíos daneses, que no tenían que llevar la estrella amarilla que los nazis obligaban a llevar a los judíos, no se preocuparon al principio.

Pero todo cambió a finales de septiembre de 1943, cuando Berlín ordenó una redada contra la comunidad judía del país.

La información se filtró y los judíos de Dinamarca supieron que tenían que huir.

"Mi madre me contó que recibió un mensaje el 30 de septiembre que decía que tenía que huir conmigo", cuenta Udsholt a la AFP en Gilleleje.

"Como mi padre era cristiano, no tenía que venir".

- Redada de la Gestapo -

Con un solo equipaje, madre e hija se reunieron con la mayor parte de su familia materna en la estación de tren de Copenhague. Juntas tomaron el tren a Gilleleje, un pueblo frente a la costa sueca, donde se escondieron en un granero a la espera de cruzar a Suecia.

Un pescador local, Svend Andreasen, se encariñó con la niña. De vez en cuando, se ofrecía a llevarla a casa con su mujer durante unas horas para que pudiera jugar libremente y escapar del espacio confinado y frío.

Más tarde, él y su esposa Ketty propusieron hacerse cargo de la niña mientras su madre, Paula Mortensen, buscaba un lugar donde vivir en Suecia.

Un día la Gestapo encontró y detuvo a 86 judíos escondidos en el granero de una iglesia de Gilleleje, que hasta entonces había hecho la vista gorda ante la afluencia de judíos al pueblo.

Ante el temor de una redada inminente, Paula tuvo que actuar con rapidez.

"Ella se dijo: 'esto es lo mejor para mi hija'", cuenta Tove.

"Yo me puse a llorar, todavía lo recuerdo", dice la ahora octogenaria.

"En ese momento estaba totalmente sola, realmente no conocía a esas personas", añade.

- "Buenas amigas" -

Pero Svend y su esposa, ambos de unos 40 años y sin hijos, se ganaron rápidamente la confianza de la pequeña.

Desde su modesta casa se observa la costa sueca.

Me dijeron: 'Ves esas luces al frente, ésa es tu madre'", cuenta Tove.

"Sujetando mi peluche, miré, y (...) durante el resto de la guerra, por las tardes me subía en una silla en la ventana y le contaba a mi madre lo que había hecho ese día".

Con el pasar de las semanas, Tove creció protegida por los habitantes del pueblo.

Svend "visitó la mayoría de las casas para decirles que habían adoptado a una niña de cabellos claros. Eso fue mi salvación porque nadie sabía que yo era judía".

"Yo tenía miedo (de los alemanes) porque Svend me había advertido que no debía nunca hablar con los hombres vestidos de verde o con largos abrigos negros porque eran el tipo de persona que detendrían a mi madre", cuenta.

Tras la liberación del país en mayo de 1945, regresó su madre, con la cual no había tenido ningún contacto por dos años. Vino a recogerla el 24 de agosto, día de su quinto cumpleaños.

Pero de vuelta en Copenhague, Tove añora el aire marino y la vida de pueblo con Svend y Ketty.

La ocupación y la ausencia habían destrozado su hogar y vivía sola con su madre.

Cuando tenía siete años, su madre aceptó que se fuera a vivir a Gilleleje con Svend y Ketty Andreasen, que la adoptaron formalmente a los 18 años.

"Mi madre y yo fuimos buenas amigas durante la mayor parte de su vida, pero no éramos madre e hija", dice con un gran suspiro.

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