La artista española Angélica Liddell lista para provocar en la apertura del festival de Aviñón
La artista española Angélica Liddell (1966), conocida por sus espectáculos controvertidos, abre el sábado el 78º Festival de Aviñón, donde ya puso a prueba el estómago de los espectadores hace tres años con "Liebestod", que incluía una automutilación.
"Dämon. El funeral de Bergman" es el nuevo montaje de esta directora iconoclasta que abrirá el famoso festival de artes escénicas (29 de junio-21 de julio) en la ciudad papal del sur de Francia.
Es el segundo espectáculo de una trilogía de Liddell consagrada a la muerte, a través de una reflexión sobre el universo del cineasta sueco Ingmar Bergman, que había imaginado y esbozado cuidadosamente su propio funeral después de haber visto las exequias del papa Juan Pablo II en la televisión.
La obra está desaconsejada para los menores de 16 años.
PREGUNTA: En este nuevo espectáculo usted se inspira de un texto de Ingmar Bergman que describe con exactitud cómo quería ser enterrado. ¿Qué le inspira este cineasta?
RESPUESTA: Ingmar Bergman, además de educarme estéticamente, le pone nombre a todo aquello que me atormenta. Hubo un tiempo en que cada mañana desayunaba viendo una película de Bergman para sentirme mejor, para ver reflejados mis sentimientos en aquellos seres frágiles y extraños. Yo era una de aquellas criaturas agónicas. Bergman me ha salvado la vida muchísimas veces con la fuerza de su podredumbre.
P: Bergman escribió también una lista de sus demonios... ¿Cuáles son sus demonios?
R: La vergüenza, la ira, el miedo a la muerte, la soledad, el miedo a la locura, mi padre murió demente, mi madre murió demente, la locura es un demonio al que pongo a trabajar con frecuencia en el escenario. Pero por encima de todo, el peor demonio es el de la culpa. La culpa es lo más destructivo que existe, es como un huevo de araña metido en la garganta que supura y supura veneno, como la mano de un mono flotando en el estómago a la que no dejan de crecerle las uñas. Es como ahorcarte con tu propia lengua.
P: Este espectáculo es el segundo episodio de una trilogía dedicada a la muerte. ¿Por qué?
R: Todo lo veo desde la perspectiva de mi desaparición, de la nada. No hay más, no hay más. Queda ya muy poco. Noto ataúdes como gusanos en mi alma. Siento el frío que me espera. Después de tocar el rostro helado de mi madre muerta ya no puedo pensar en otro frío. Esto se acaba. Se acaba de verdad. Y cada mañana me levanto con esa sensación, entre el asombro, el pánico y el hastío. La vida es atroz y no entiendo nada. Tengo una conciencia de mortalidad brutal. Quiero que alguien baile con las manos alrededor de mi garganta, con tanta fuerza que yo no pueda gritar, que parezca que muero por un exceso de pasión, y no condenada como ahora a un aburrimiento total.
P: ¿Cuál era el argumento del primer espectáculo? ¿De qué quiere hablar en el tercero?
R: Es una venganza. Un pacto con el diablo. Se titula "Vudú" y dura alrededor de seis horas. Son las consecuencias mortales del amor que terminan con una puesta en escena de mi propio funeral ante notario. "Dämon" comienza donde termina "Vudú", en una habitación roja.
P: Todos sus espectáculos contienen imágenes asombrosas e inesperadas. ¿Sucederá lo mismo con este espectáculo?
R: Por lo que respecta a las imágenes, por supuesto trabajo persiguiendo la belleza, lo intento, intento transmitir la contundencia de las ideas a través de una conmoción estética que tiene como principal objetivo la emoción, ese pre-sentimiento, es decir, la sensación nerviosa previa al sentimiento que deja al espectador en una situación de vulnerabilidad y de angustia ante lo que no puede explicar ni comprender. Recordemos que a la catarsis se llega a través del horror y la piedad. Muchas veces encuentro en las imágenes el horror y la piedad, lo trágico, que no alcanzo con la palabra.
M.Palmer--MC-UK